Las jarchas son breves canciones tradicionales, puestos en boca de mujer, en lengua romance, que cantaban al final de unos poemas llamados "moaxajas" los poetas andalusíes árabes o hebreos. Aquí podéis escuchar una recreación de una de ellas.
Para acercar la figura del Mío Cid a los jóvenes, un grupo ha compuesto este rap que nos resume las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar. De esta forma se unen los cantares de la Edad Media y una forma de "cantar" muy actual
Queridos
oyentes... Os quiero deleitar con un poema. Un poema épico,
especial, histórico, el poema del Mío Cid: aquel caballero
desterrado por su propio rey. Aquel caballero...¡qué buen
vasallo si hubiese tenido buen señor!
Rodrigo Díaz o Mío
Cid, el campeador. Salvador de Sevilla contra Almudafar, el
traidor.
Siendo sólo un infanzón las envidias despertó. Y
así lo desterró el Rey Alfonso, su señor.
Alejolo de sus
hijas, Doña Elvira y Doña Sol; dejó sola a su mujer, Doña
Jimena y se marchó.
Pero sus mesnadas sin duda le
acompañaban. Siguiéronle de cerca allí donde cabalgaba.
Con
gran valor [y a cada paso Don Rodrigo meditaba: ¡volveremos
con gran honor!]
Mío Cid, el caballero castellano. El
cide de los moros, el señor de los cristianos. Marchó, lloró,
lidió, venció.
Mío Cid, el caballero desterrado. El cide
de los moros, el señor de los cristianos. Marchó, lloró,
lidió, venció.
Todas las batallas las libró superando el
dolor. Fiero guerrero que imperó en el tablero del campo. [A
sus enemigos inspiraba terror, y lo llamaban el Cid Campeador.]
El ángel Gabriel visitó a Rodrigo en sueños, le
dijo: "tened fe y poned todo el empeño, si obráis por el
señor el perdón será vuestro".
Salió de
Toledo tomó Alcocer y Alcañiz. Y al conde de Barcelona apresó
en esta lid.
Ganó la espada colada, y con todos
repartió el botín de una batalla que en Minaya ganó.
En
el pinar de Tévar ya no hay nadie que no sepa del
campeador.
[Y así con esta fe Don Rodrigo
murmuraba: ¡volveremos con gran honor!]
Mío Cid, el
caballero castellano. El cide de los moros, el señor de los
cristianos. Marchó, lloró, lidió, venció.
Mío Cid, el
caballero desterrado. El cide de los moros, el señor de los
cristianos. Marchó, lloró, lidió, venció.
Todas las
batallas las libró superando el dolor. Fiero guerrero que
imperó en el tablero del campo. [A sus enemigos inspiraba
terror, y lo llamaban el Cid Campeador.]
Nuestro héroe
castellano asedió y conquistó la ciudad de Valencia, y
gran honra ganó.
Hasta al Rey Yusuf, de Marruecos la
noticia llegó.
De allende el mar este ejército arribó, y
a las puertas de Valencia ya las tiendas asentó.
Y sin
dudar atacó con gran furia el campeador.
Cincuenta
mil moros contra cuatro mil de los guerreros del cid,
Que
vencieron con la ayuda del creador. [Y con esta gran
victoria, Don Rodrigo hablaba: ¡volveremos con gran honor!]
Mío Cid, el caballero castellano. El cide de los
moros, el señor de los cristianos. Marchó, lloró, lidió,
venció.
Mío Cid, el caballero desterrado. El cide de los
moros, el señor de los cristianos. Marchó, lloró, lidió,
venció.
Todas las batallas las libró superando el
dolor. Fiero guerrero que imperó en el tablero del campo. [A
sus enemigos inspiraba terror, y lo llamaban el Cid Campeador.]
Otro rey moro, el Rey Búcar en cuestión, fue a
cercar Valencia, la venganza lo cegó.
Y otros cincuenta
mil de los suyos mandó.
Pero el de Vivar, que en buena
hora nació, sembró el terror en los moros y a ninguno
dejó.
AlRey Búcar mató. Ganó la espada Tizón. Consiguió
de su Rey, Alfonso, el perdón.
Casó a sus hijas
amadas con los reyes de Navarra y de Aragón.
[Regresó
con su mujer, y a los suyos gritó: ¡hemos vuelto con gran
honor!]
Mío Cid, el caballero castellano. El cide de
los moros, el señor de los cristianos. Marchó, lloró, lidió,
venció.
Mío Cid, el caballero desterrado. El cide de los
moros, el señor de los cristianos. Marchó, lloró, lidió,
venció.
Todas las batallas las libró superando el
dolor. Fiero guerrero que imperó en el tablero del campo. [A
sus enemigos inspiraba terror, y lo llamaban el Cid Campeador.]
Si, fue la victoria del bajo castellano contra la
nobleza leonesa, de la humildad contra la envidia. De las
raíces de la tierra contra la invasión. Y este fue el poema, el
poema del Cid Campeador.